Ardiente

Levanto la pestaña y un chorro de café con leche se vierte en la taza, <<mucho trabajo fríe mis ideas>> pienso para mí. La mano me tiembla y apenas alcanzo a sorber. Mierda, ha caído en mi escote, quema. Cojo un paño húmedo.

El cambio brusco de temperatura me eriza el vello. Será mejor ir al baño. Procuro ser discreta, no está bien visto en la empresa hacer demasiadas pausas.

Entro, me quito la camisa, vaya, tengo en el pecho izquierdo una quemadura roja, me escuece. Mis dedos rozan suavemente el contorno, una línea rosácea conforma la mancha. Parece un pezón. Debería ir al despacho pero ya que estoy aquí, por qué no aprovechar el tiempo, luego me concentraría mejor. Me siento en el retrete, un escalofrío me recorre, está helado y mis muslos parecen haber cogido temperatura por la situación, quizá podrían verme por los recovecos, eso me pone a cien. La cabina es bastante pequeña, así que separo mis piernas extendiéndolas a lo largo del marco de la puerta. Ahora sí, mis nalgas se apoyan en la porcelana, mi mano ya experimentada juguetea con los labios de la vagina, está gelatinosa, procuro ser cuidadosa, estoy tan húmeda que chapotea.

Mi cuerpo en un principio tenso, ahora más relajado. Mi sexo está cada vez más hinchado, tan rojo como la mancha del pezón que escuece más y más, mi temperatura corporal ha ascendido copiosamente. Un inoportuno suspiro me inquieta, me dejo llevar demasiado, todo mi tronco se arquea mientras las plantas de los pies torpemente desestabilizan el pestillo, la puerta chirria…

Empiezo a gotear, el sudor se esparce por mis senos desembocando en mi ombligo, como un río con el fluir de las contracciones y el torbellino de emociones que ello me provoca. Súbitamente otro suspiro que no consigo detener rompe el silencio de la sala. Debería parar pero estoy tan cerca del orgasmo…a la mierda. Mi mente empieza a entrar en trance, mis dedos se mueven como marionetas, guiadas por mi mente estimulada, embriagada por el placer del momento, se siente muy bien. Enérgica y cada vez más agitada me elevo, llego al orgasmo y otro suspiro me pilla por sorpresa.

Ahora la mancha no importa, iré al botiquín y me pondré algo de crema. El café ya no necesita estimular a mi cerebro, las ideas brotan generosas. Mi bienestar general es palpable.

Me incorporo para coger la camisa cuando diviso una luz parpadeante proyectada sobre los zapatos. Qué extraño. El rayo parece provenir de la rendija de la pared. Olvidaba que los laterales no son del todo compactos y tienen una rendija entre cabina y cabina. Qué incómodo, una duda me asalta. La sala se oscurece y ahora se cierne toda mi atención sobre esa extraña luz, enfoco y mi linterna revela una mano que sostiene un móvil. Alzo el brazo pero es demasiado tarde. No está. Salgo de la cabina avergonzada, ya no hay nadie.

Tengo los ojos clavados en la pantalla del ordenador, fingiendo que nada ha pasado. Algo vibra, es una notificación de Whatsapp. Me han enviado un enlace a una página de webcams…es el mensaje es de mi jefe.

Creo que debería entrar, realmente sigo sin poder calmar mis ganas extremas de follar.

Entré a la página, y me di cuenta de que muchos de mis compañeros de trabajo, incluyendo a mi jefe estaban conectados. Eso despertaba aún más mi pasión y sexualidad, no había nada mejor que un grupo de hombres mirándome, y si los conocía, la experiencia era realmente excitante. Me puse la ropa rapidamente para discimular, y me conecté al grupo de chat de mi trabajo, fingiendo que no sabía que la cámara estaba conectada.

Me estaba tocando dulcemente bajo la falda con una mano, y con la otra apretaba mi pecho mientras me sentía realmente excitada. Comencé a meterme los dedos muy adentro de la vagina.

– Mmmm – gemía de placer.

Arrojé mi sujetador a un lado y solté mis propios senos magníficos, grandes pezones de chocolate erguidos y duros. Subí mi falda por encima de la cintura y me acerqué a la cámara, abriendo y extendiendo las piernas, exponiendo descaradamente mi coño afeitado y húmedo. Cogí un juguete naranja brillante de la cabecera de la cama, pasé la punta de éste hacia mi clítoris y lo encendí.

Me puse de rodillas para ver mejor a mis compañeros de trabajo; estaban todos demasiado excitados, masturbándose sin parar, realmente disfrutaban de la escena, esto me ponía demasiado cachonda.

Sentí el calor blanco muy profundo dentro de mí antes de que saliera aquél líquido pegajoso sobre mi estómago y mi pecho, formando una pequeña gota en un pezón. -¡Oh, mierda, sí! Pronuncié bajo mi respiración mientras seguía acariciándome a mí misma.

Mis dedos se resbalaban salvajemente mientras los revolcaba en mi clítoris. Entraban y salían de mi coño boquiabierto. Con los ojos cerrados, gemía «ah … ah … ah …» al mismo tiempo que me tocaba rápidamente. Mis piernas se tensaron, antes de que mis cuatro dedos se congelaran en mi coño. Luego grité, señalando mi propio clímax. A medida que mi respiración se ralentizaba, mis pechos se elevaban y caían a un ritmo más lento. Retirando los dedos húmedos, dejé que se deslizaran por mi cadera, abdomen y pecho mientras recuperaba el aliento.

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