Joaquín, mi nuevo novio

Ya ha pasado un mes desde que comencé a trabajar en el mundo de los webcam shows para conseguir un dinero extra para pagar mi universidad, ya que con el dinero de camarera y algún otro trabajo esporádico como modelo en eventos no me daba para llegar a fin de mes. Y la verdad es que estoy muy contenta, no hay nada mejor que llegar de las clases cada día y poder relajarse con un poco de sexo.

Aunque esta semana estoy teniendo más de lo normal porque he empezado a salir con un chico de mi universidad. Es un curso mayor que yo y es muy atractivo. Todo comenzó hace ya unos meses en una fiesta que se fue de las manos. Él, aunque estaba algo bebido, entró a ligarme de una forma cordial. No como algún que otro weón que te dicen un par de frases o chistes que se han aprendido en internet. ¡Odio eso! Para ligar hay que ser más natural, no esperar a que estemos borrachas para cogernos de la cintura y acercarnos la tula. Eso servía con dieciséis o diecisiete años pero hacerlo con veintitrés o veinticuatro años a una webcam girl como yo… pues no.

Pero como iba diciendo conocí a este chico hace un mes en aquella fiesta. Después, como ya tenía mi móvil, empezamos a escribirnos, a llamarnos por teléfono, a vernos después de clase… Yo quise que el creyera que la cosa iba despacio, porque sexo puedo tener con cualquiera. Si sólo quería pisarme, por mi bien, pero si quieren salir conmigo lo suelo poner más difícil. Una vez estuvo cuatro semanas intentando ligarme, acepté tener una cita con él.

Fuimos a cenar al restaurante que hay en la Avenida Manuel Montt, aquí en Santiago de Chile, el Jewel of India se llamaba. Primero comimos allí y después me lo comí a él. En la calle. Estuvimos caminando un rato de camino a… no sé dónde íbamos exactamente. No nos habíamos besado todavía y ya íbamos de la mano, era algo muy romántico pero una mujer como yo, con un chico que le gusta y cuando tiene algo de alcohol por las venas, quiere de todo menos romanticismo. Íbamos hablando, aunque por supuesto no mencioné nada sobre que hago webcam porno, no quiero asustarlo. Hablábamos de muchas cosas hasta que me di cuenta de que estábamos en una pequeña calle, al cobijo de la luna llena y de la oscuridad proporcionada por tres farolas rotas. Estábamos sin luz.

Apreté su mano y le llevé hacia una de las fachadas. Los muros eran sólidos y de ladrillo y cada una decena de metros había unas escaleras que, desde la calle, daban entrada a los portales que estaban a lo largo de esa fachada. Le empujé hacia allí y cuando no se pudo mover, me acerqué a su oído y le susurré:

—  Esto es lo que ocurre cuando me lo paso bien con un chico.

Llevé mis manos hacia su pico, comencé a ponérsela dura mientras le besaba el cuello. Después bajé y me puse de rodillas ante su tula. Lamí el glande, luego sus testículos mientras se la jalaba con la mano. Él gemía de placer mientras miraba hacia la calle por si alguien venía. Luego me la metí hasta el fondo de la garganta. Mmmmm, me encanta hacerlo. Cuando me la saqué, miré hacia arriba y vi que me estaba mirando con cara de asombro. Cogí sus manos y las puse en mi cabeza antes de decirle:

— Si quieres, dame caña.

Entonces sentí como sus manos se ceñían con más fuerza a mi pelo. Ummm, ¡me puse muy húmeda! Comencé de nuevo a chuparle su pico. Entraba y salía muy rápido, luego succionaba su glande y, con él dentro de mi boca, jugaba con la lengua. Él me hacía ir más y más rápido con sus manos, empujando mi cabeza hasta que su tula llegaba a mi garganta. Después le hice que parara y en vez de ser yo quien entraba y salía, él empezó a mover su cadera cómo si me estuviera penetrando, no por mi panocha sino por mi boca.

Cuando sentí que se iba a correr, se la agarré con las dos manos y empecé a mamársela a mi gusto. Él se reposó contra la pared mientras gozaba como un rey. Pero yo quise darle más, así que hice algo que les encanta a los hombres. Pedírselo. Así que lo hice, diciéndole:

— Joaquín, dame tu lechita. Dámela toda.

Y volvía a chupársela, más rápido.

— La quiero toda en mi boquita. ¡Eso es! ¡Toda! ¡Toda!

Y me la dio. Mmmmm. Yo la recibí con gusto y me la tragué. Me encanta como sabe. Cuando él acabó, yo decidí seguir mamándosela hasta que se quedó flaca en mi boca y cuando acabamos, le subí la cremallera, él me dio un abrazo y nos fuimos para mi casa. La noche no acababa más que empezar y ahora me iba a tocar a mí disfrutar. Lo que sí era seguro, era que tras hacerle lo que le hice a Joaquín allí en la calle, él se iba a esforzar el triple en darme a mí todo el placer del mundo.

Y eso le encanta a cualquier mujer: generosidad y reciprocidad.

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