Solía vivir en una casa cómoda

Solía vivir en una casa cómoda, en un cuarto en arriendo. Allí donde también vivía ella. Tan voluptuosa; con un cuerpo que me calentaba cada vez que la veía. Se me olvidaba mi actual relación con Gina. Algo dentro de mí despertaba mi imaginación. Soñaba con que algún día pudiera hacer mi sueño realidad.

La veía entre la puerta de cuarto, que dejaba entre abierta al despertar; con una pijama de tela casi transparente. Veía sus preciosas piernas, sus suculentas nalgas; y su cara provocativa, que con su pelo suelto; me hacía ir a un mundo paralelo; donde podíamos probarnos como yo quería.

Finalmente, tuve la oportunidad de acercarme a su habitación. Aunque no sabía cómo hablarle; pensaba en ese momento. Ella notó lo que yo quería, cuánto la deseaba. Como las cosas no podían ser tan fáciles; se demoró algún tiempo antes de que yo pudiera vencer sus pruebas; antes de que se diera todo como yo quería.

No podía creer que esa chica estuviera frente a mi cuarto. No sabía qué hacía allí. La sorprendí cuando recién salía del baño, donde me había duchado.

Supe que me deseaba también; porque noté enseguida cómo sus ojos se desviaron hacia mi parte de abajo. Todavía en toalla; y con algo de ropa en la mano; la abordé para saludarla y preguntarle, en tono juguetón, qué quería.

Sabía que yo estudiaba lo mismo que ella, así que me preguntó por el título de un libro, y me preguntó si se lo podía prestar. Acto seguido le respondí afirmativamente. Noté que cada vez estaba más cerca de mí. De pronto; puso sus manos sobre la toalla; abriéndola con un movimiento rápido; hasta dejarla caer al suelo.

Miró mi cama aún sin arreglar; y se acostó sobre ella. No podía creer lo que estaba ocurriendo; pero me concentré en ese momento. Su olor era inconfundible y único. Recién bañada; parecía como si hubiera estado planeando ese momento.

Con sus prominentes piernas y caderas; que empecé por acariciar, mientras le besaba el cuello para ver cómo comenzaba a gemir de placer; la comencé a hacer mía. Mis manos, cual tentáculos; se concentraron en recorrerla toda, quitándole ese tentador vestido. Por fin llegué a su ropa interior. Ese olor me enloquecía al tiempo que mi pene se iba poniendo cada vez más duro y erecto.

Como tenía mi laptop sobre la cama, ella lo abrió y con una sola mano; pudo hacer todo como una profesional. Entró en un sitio erótico; al parecer, donde trabaja en sus tiempos libres.

Comenzó a grabar la escena en vivo. No le di mayor importancia; porque, lo que me importaba en ese momento; era lograr mi objetivo.

Empecé a recorrer su clítoris con mi lengua, haciendo un trabajo estupendo. Vi cómo se estremecía de placer; al tiempo que le quité los interiores con mis dientes.

Completamente desnudos; no hubo poder humano que nos detuviera. Ella puso una mano sobre mi pene y me empezó a masturbar lentamente, para luego hacerle fuertemente; mientras que, con su otra mano, se tocaba toda.

Entonces, abrió sus piernas y se tendió horizontalmente. Yo, entrando con los dedos medio e índice de mi mano derecha, empecé a moverlos como si la llamara para que ella viniera rápidamente. Su vagina estaba realmente húmeda, me empapaba los dedos; y eso me excitaba a tal punto que más rápido los movía. Comencé a alternar mi trabajo manual con mi lengua; pasándola repetidamente sobre su clítoris, sus labios y vagina.

Nada sabía más rico que ese fluido con sabor agridulce. Realmente estaba alborotado; a tal punto que no pude aguantar más. Le introduje mi pene totalmente erecto, en su vagina lubricada y recién afeitada. Metiéndoselo y sacándoselo una y otra vez, en un juego que no parecía acabar; mi pene totalmente erecto, con algunas venas a su alrededor; hizo que su excitación llegara a tal punto; que bajó sus manos de mis glúteos; y al tiempo que gemía, hacía fuerza y apretaba sus puntos, agarrando fuertemente las sábanas.

Tal ferocidad le gustaba y la excitaba. No dejé de comerle las tetas y los pezones durante un buen rato. Me tomaba el pene y no dejaba de masajearlo con ganas, tratando de acelerarle. Me costaba reprimirme cuando jugaba con mi pene. No podía decirle que no, pues me estaba dando un placer inmenso.

Me puse en la cama, de rodillas.  Ella se sentó en la cama, y acercándose a mí, con una mano; lo comenzó a masajear muy despacito. Subía y bajaba la piel de mi pene. Con la otra rozaba la puntita, con las uñas, de forma muy lenta y suave para no lastimarlo.

Mi laptop, grababa cada segundo de la acción que se desarrollaba sobre mi colchón. Sin cerrarse la pantalla, sin caer al piso; como si todo se prestara para filmar varias tomas de una película casera.

Yo tenía los ojos cerrados y me dejaba hacer el trabajo que ella me hacía. Era seguro que, al pensar en follarme, no protestaba. Acercó sus labios al glande y lo besó, recorriéndolo con la lengua y jugando con sus dientes, todo de forma muy calmada. Se separó de repente para ver mi expresión de inmenso placer.

Volvió de nuevo a mi pene y siguió jugando con las uñas en el glande. Lo volvía a besar y abrazar con los labios. Pasaba los dientes dando suaves mordisquitos.

– ¡¡UMMMMM!! – comenzaron a surgir sus primeros gemidos, señal de que le gustaba.

No quise decirle nada para no distraerla. Prosiguió con sus juegos, mientras iba metiendo aquel ariete en la boca. No dejó de meterla hasta que tuvo mis testículos rozando sus dientes. Fue el momento en que la sacó y comenzó a meter y sacar la boca de forma más ágil.

Yo seguía gimiendo y dando pequeñas sacudidas con las caderas. Mientras su boca entraba y salía, acompañaba el movimiento con la mano izquierda, al tiempo que con la derecha surcaba su vientre y llegaba hasta sus pezones. Sus movimientos eran más acelerados. Yo la tomé por detrás de su cabeza para

Había lubricado toda mi pene venoso y erecto con su saliva. Súbitamente, lo soltó y llevo sus manos a sus tetas, levantándolas con sus manos y atrapando mi verga en medio de esas 2 montañas de carne. Me miro a los ojos y empezó a subir y bajar por toda mi verga a un ritmo lento pero constante

Paré un par de segundos para ver su reacción. Como esperaba, protestó con un gruñido. Volvió a introducir su boca del todo en mi pene y comenzó de nuevo el movimiento: a meterla y sacarla con gran velocidad y excitación; pero esta vez sin manos. Mientras lo hacía, lo recorría con las yemas de los dedos, evitando arañarme. Movía su vientre de un lado para otro. Lo hacía de forma muy fuerte, para que sintiera bien mis dedos; los diez, como si fuera un felino intentando desgarrarlo.

– AHHHHHGGG, AHHHHGGGGGGG… gruñí de forma salvaje. Sin duda me estaba gustando mucho.

De vez en cuando, ella paraba, antes de que mi polla, saliera de su boca; y apretando bien los labios, succionaba. Eso, sin duda alguna, me encantaba.  Al tenor de mis gruñidos y sus movimientos de cadera, éstos eran cada vez más violentos. A pesar de todo, parecía tranquila y concentrada, esto jugaba a mi favor.

Ya era el momento de usar su arma secreta; aquello con lo que pretendía sorprenderla. Me separé un poco de su boca, sacando mi pene totalmente empapado en saliva, enrojecido por el carmín de sus labios y por la sangre que, sin duda, se acumulaba en los cuerpos cavernosos de éste.

Pasados unos minutos, le acomodé mi pene en su vagina y empecé a penetrarla de un solo golpe; con movimientos rápidos y fuertes.  En ese momento, le tomé sus manos, se las coloqué en su espalda y se las sujeté de las muñecas con una mano, jalándole su cabello con la otra mano. En esa posición, sus gemidos se ahogaban en la cama, mientras la jalaba de las muñecas y del cabello contra mí, sin dejar de penetrarla.

Me subí a la cama y empecé a recostarme sobre ella, haciéndola que volteara de lado. Acto seguido, le coloqué mi mano sobre su cabeza otra vez.

Ese culo grande, su culo me excitaba. Era respingón y gordo en pompa. Saqué mi miembro para tomar una pausa. No tardaría en venirme. Le dije que estaba próximo a eyacular; a lo que ella, con un gesto, arrimó su cara a mi pene y esperó a que mi semen la empapara. Tenía una sonrisa de placer. Y yo… yo me sentía el hombre más dichoso del mundo.

Al volver al acto; y ella, con su vagina mojadita por mi lengua y mis dedos, totalmente abierta; me coloqué detrás de ella, tomé mi pene otra vez erecto con mi mano derecha y la dirigí de nuevo. Esta vez, sin penetrarla, empecé a hacer pequeños círculos con mi punta en su vagina. Se lo metía y se lo sacaba una y otra vez, mientras tomaba sus manos con las mías y las apoyaba a lado y lado de la cama.

Al terminar, dispare mi carga de semen en su útero, su vagina me exprimió y me ordeño hasta la última gota de leche.

Ella se desplomó en la cama sin fuerzas, y yo a su lado. Nos quedamos quietos, viéndonos a los ojos, un tanto, sin decir nada. Solo se escuchaba nuestra respiración profunda y agitada en la habitación.

Había cumplido mi sueño esa mañana. Sin esperar nada, ella se levantó y salió de mi habitación. Éramos dos extraños que nunca nos habíamos hablado. Pensaría que todo había quedado entre ella y yo; como una aventura de esas que nunca antes había pasado; pero no había tenido en cuenta un pequeño detalle: ella y yo, ya éramos famosos en el mundo de las webcam.

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